Tranquilos, no se os pedirá el certificado de bautismo a ia entrada. Y, si no es necesario revisar las doctrinas de la Trinidad creyente para acceder al lugar, entonces, ¿porqué Lourdes? ¿Para vivir una experiencia mística? Mejor que eso: para descubrir un lugar único en el mundo, que debe visitarse una vez en la vida.

 

Cada año, millones de visitantes vienen del mundo entero a esta pequeña villa donde, en 1 858, una joven llamada Bernadette vio a la Virgen en una gruta, cerca del río. Los visitantes se apresuran por tocar la roca, lisa por miles de caricias, y recogerse ante la fuente que Bernadette hizo brotar, en el lugar exacto de las Apariciones. Después se dirigen hacia las fuentes y las piscinas, para tocar su agua, antes de encender una vela que prolongará las plegarias después de su marcha.

 

La atmósfera desarma a los más escépticos. Hay algo emotivo y fascinante al observar a los peregrinos, deambulando, en esta búsqueda de significados y lugares. Hay que confesar que esta visita nutre, también, de una forma u otra, el camino interior que todos tenemos, ateos y creyentes, y que nos invita a reflexionar sobre nosotros, los otros y, sobre el sentido de nuestra existencia.